miércoles, 9 de noviembre de 2016

El año en que las encuestas fallaron

Donald Trump, será el presidente de Estados Unidos de América a partir de enero del 2017. Un escenario poco previsto, hasta el día de ayer a las 9 pm (Hora Central), donde la ventaja siempre estuvo del lado de Hillary Clinton. Días antes, las encuestas, proyecciones y simulacros daban como ganadora a la candidata demócrata ¿pero en qué falló el sistema predictor? ¿Es posible que todas las encuestas hallan errado con diferencias de hasta 15 puntos porcentuales? Sí, en éste mundo, todo es posible.
El padrón electoral, ésta ocasión, estaba conformado por un 40% de millenials (de 18 a 35 años de edad), un 4% más que hace 8 años dentro de éste mismo rango de edades. Sin embargo, a diferencia del 2008, la participación fue menor, segun New York Times y Washington Post, sólo el 53% de los estadunidenses jóvenes, con capacidad de emitir su voto, lo hicieron. Aún cuando statistics-brain.com arrojó días antes un 69% de participación juvenil, es notoria la baja de votos con los que contaba el partido demócrata.
Predicción de votos entre jóvenes de hasta 35 años. Fuente: https://www.surveymonkey.com/elections/map?poll=sm-lv-millennials-cps

La antesala del fracaso democrático

Mientras que en diciembre de 2012, en México nos preguntábamos ¿quién voto por el PRI? Cuando las redes sociales se habían infestado de publicaciones, noticias y pronunciamientos en su contra, parecía una noticia sin sustento real. La misma historia parece repetirse, conocemos a nadie o a muy pocos que se pronunciaban a favor de Trump, es más, la élite deportiva, artística y política estadunidense se pronunció en contra del llamado "discurso de odio". ¿Qué sucedió? A diferencia del análisis anterior, el mayor porcentaje de asistencia electoral, se dió en los grupos de +40 años y con estudios iguales o menores al bachillerato. El lema "Make America Great Again" iba dirigido a éste sector, el cual marcó la diferencia en las elecciones de ayer.

No es que las encuestas se hayan equivocado del todo, recordemos que éstas toman como gran base el movimiento que hay en las redes sociales (herramienta manejada principalmente por los millenials), ésta misma herramienta fue la que dió el triunfo hace ocho años a Barack Obama, donde por primera vez, la influencia del internet se notaba en una elección presidencial en EUA: http://www.usnews.com/opinion/articles/2008/11/19/barack-obama-and-the-facebook-election

Sin embargo, la apatía se ignoró como un factor decisivo a la hora de las elecciones. En junio de éste año, se creía firmemente que el Brexit no iba a proceder, las casas de encuestas daban una participación del 73%, cuando al final sólo se obtuvo un 36% de votación entre jóvenes de 18 a 39 años. Dice Alice Bonasio "los millenials como yo, tendemos a ser ciudadanos globales, podríamos tener un hogar donde consideramos es nuestro lugar, sin embargo no es el mismo en el que nacimos o al que pertenecen nuestros padres. Tenemos un concepto diferente de propiedad el cual está fuertemente afectado por la gran conexión en la que tecnológicamente estamos relacionandonos" http://qz.com/827742/millennials-voting-in-the-us-presidential-election-if-theyre-not-careful-lazy-millennial-voters-could-hand-trump-the-us-presidency/

La misma apatía se vivió en Colombia, donde después de 18 años, se registró la participación más baja con un 62.6% de ausentismo. El voto ganador fue un NO a la paz. Y de nueva cuenta, los jóvenes millenials registraron el grupo más débil en la votación, la cual fue lidereada por grupos religiosos que convocaron masivamente a un NO.

Fuente: BBC.com

Insisto, no es que las encuestas hayan realizado mal su predicción del todo, fallaron en no contemplar la apatía del grupo generacional con más presencia en el mundo. "Estamos dejando que los viejos decidan por nosotros", mencionó hace poco un amigo. Pareciera que nuestra responsabilidad humana, local y mundial se limitara sólo a publicaciones, botonazos y OK electrónicos. ¿Qué pasará el día en que despertemos y hayamos notado que no hicimos absolutamente nada para mejorar nuestro entorno? Que tuvimos la oportunidad de hacernos notar, escuchar, valer, revolucionar la raza humana con la esperanza que da cada generación de jóvenes. A éste paso, nos convertiremos en una generación vegetativa, las estadísiticas mencionan que no poseemos y ni queremos poseer: casa, auto, dinero, familia, plan de vida. Estamos relegados a los placeres inmediatos y no nos interesa tomar decisiones a largo plazo.


jueves, 13 de octubre de 2016

La literatura ha muerto

Hace varias semanas, comencé a discutir el tema de que «El rock ha muerto», al escuchar los pocos o casi nulos grupos de rock emergentes de hace unos cinco años a la fecha, o bien los nuevos discos de los grupos iniciados al final del milenio pasado. Todo pareciera que apunta a un himno electroacústico donde el tema de la paz, prolifera. Sólo pocos grupos se aventuran a rescatar los ritmos, las notas y melodías del rock en su apogeo. A muchos, no parece gustarnos en lo que se está convirtiendo la escena musical. Un sonido más 'comercial', más 'ligero', más falta de energía, con incluso letras llenas de una paz superficial.
Ésta mañana al despertar, lo primero que leí fue el título de una nota que decía «Bob Dylan y el nobel de la literatura». En primera instancia pensé, se trataba de una nota tipo "Eldeforma" que jugaba con la espera de la noticia, segundo, pensé era una alusión a la 'exigencia' que levantaba hace 16 años el poeta chileno Nicanor Parra, para que se le otorgara dicho galardón a quien le atraía profundamente "por su falta de pretensión artística y realismo real". Finalmente la ficción me rebasó, la Academia Sueca anunciaba el 13 de octubre el Premio Nobel de Literatura 2016 a Bob Dylan "por crear nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la música en Estados Unidos de América". El internet, junto con sus redes sociales, se volcaron a la noticia de que por primera vez en la historia, un músico ganaba un premio nobel. Algunas personas culpan a la posmodernidad, otras bromean diciendo que lo mejor de éste premio será que no necesitaremos comprar libro alguno para conocerlo, otros mencionan que existen mejores o peores músicos que el mismo Dylan, que debían merecer la misma distinción, desde Lenon hasta Juan Gabriel. Lo cierto es que ésta noticia pareciera un intento desesperado por acercar al pueblo una condecoración que ha sido atacada, burlada y minimizada por las distinciones otorgadas en diferentes ramas desde hace 10 años. Queda claro que la academia hizo a un lado la popularidad de Murakami, la fuerza de Adonis, la destreza de Roth o la gran sorpresa que representa el keniano Ngugi wa Thiongo. A excepción del primero, los demás resultan unos completos desconocidos para el mundo occidental, sin embargo, han dedicado gran parte (sino es que toda) la vida al ejercicio de la escritura.

El punto no es si estuvo bien o no premiar a Dylan, si regresamos a principios de los años 1000, donde los juglares permanecian como literatos ambulantes. El tema es más bien, si con éste premio la Academia nos está regresando al punto de partida del arte, ¿es el arte una disciplina donde impera la complacencia? ¿es el arte subjetivo?¿dónde quedan entonces los años de estudio, de escudriñar la palabra, si los actos solemnes los convertimos en un soundtrack?. Tal vez la respuesta la dió hoy la Academia, tal vez ningún libro, ningún estudio de Murakami, Roth, Adonis o Thiongo (ni todos juntos), son suficientes para aventajar a una canción de Dylan, una canción que dificilmente se borra de nuestra memoria y permanece más que la palabra. Tal vez la literatura como el rock, ya están muertos. Tal vez como lo dijo Borges hace poco más de cincuenta años, "ya todo se ha escrito". ¿Qué pensaría el mismo Borges de esto?

miércoles, 24 de agosto de 2016

La era de la (des)información.

«Damas y caballeros, tengo que anunciarles una grave noticia. Por increíble que parezca, tanto las observaciones científicas como la más palpable realidad nos obligan a creer que los extraños seres que han aterrizado esta noche en una zona rural de Jersey son la vanguardia de un ejército invasor procedente del planeta Marte...» El 30 de octubre de 1938, la emisora de radio CBS en el vecino país de Estados Unidos de América, celebraba el aniversario de la novela "La guerra de los mundos" del británico H.G. Wells. Se tiene registro de poco más de 12 millones de radioescuchas, los cuales, en su mayoría, sufrieron ataques de pánico y ansiedad. Un día después, Orson Welles, quién había narrado en 59 minutos, fragmentos de dicha novela, tuvo que asistir a una rueda de prensa explicando los motivos de dicha emisión.A setenta y ocho años, nos resulta increíble el desconcierto de esa época, pero no podemos demetitar el poder que la radio tuvo en la generación de nuestros abuelos y sus padres. Desde entonces, hasta los primeros años de éste nuevo milenio, la información era presentada, expandida y repetida por escasas personas que al frente de un radio, televisor o medios impresos, detallaban los sucesos mundiales y locales. Si bien, la veracidad de éstas no es el tema de discusión, se subraya la ramificación en la que se esparcía la palabra. La manera de informarse entre nuestros bisabuelos hasta nuestros padres no cambió tanto como lo hizo la tecnología, había "al aire" una autoridad moral que anunciaba los sucesos y las personas emitían los juicios entre otros a manera de breves charlas en el mercado, escuelas, tranporte público y vecindarios. 
 
 La era millenial ha ocasionado una revolución en la manera de comunicarse, la introducción del internet a lo ordinario ha permitido que existan más emisores que receptores. Todos quieren ser escuchados pero nadie sabe escuchar. Todos tenemos un juicio crítico sobre una situación ajena o desconocida. 


«Somos injustos con nuestros héroes.»

El 26 de junio, la selección argentina de fútbol perdió la final de la Copa América Centenario frente a su homóloga de Chile. Inmediatamente comenzó la crucifixión en facebook y twitter, al que por hoy es el mejor futbolista del mundo. Ésto último más allá de ser una "humilde opión", es una verdad que nos aqueja. La memoria colectiva no perdona, ¿es más grande un futbolista que otro sólo por el hecho de levantar una copa más?. Dice Daniel Krauze «Duele saber que nuestros héroes son humanos.» Yo agregaría que en ésta época, duele saberse humano.

La cantidad de información que nos bombardea y que nos consume por día, no representa a la cantidad de la misma que obtenían nuestros abuelos, es aquí donde cabría la pregunta de calidad y cantidad. Se viralizan noticias, videos, blogs, donde apenas el título que en escasos 116 caracteres es leído. Y justo de eso se aprovechan los pequeños o grandes monstruos de los clics, donde un contabilizador de "las veces que se ha compartido" se remunera en dinero electrónico, lo que vende son los títulos sensacionalistas o amarillistas, donde poco o nada tienen que ver con el contenido de la nota. Emitimos juicios sobre alguna noticia que nunca leímos, ponemos palabras en la boca de deportistas, políticos, vecinos y familiares. ¿Es más nuestra prisa por balbucear o textear que la del saber la verdad? ¿puede más nuestro morbo que la libertad?


"Clases de Ipad GRATIS"

Es una de las sentencias que más venden en las escuelas primarias privadas del país. Lo de hoy es enseñar a un niño de 6 a 12 años a usar un dispositivo móvil, pasa a segundo término el saber sumar, leer, escribir, pensar. "Tenemos aplicaciones que todo lo pueden hacer por nosotros". Recuerdo que hace veinte años, mientras jugaba o hacía algunas tareas escolares o domésticas, mis padres se tomaban un descanso frente al televisor, en comparativa, nuestros hijos nos ven o verán frente a un teléfono inteligente. Incluso dejaremos de hacer algunas actividades por atender nuestra urgencia al permanecer conectados. 

Texting while parenting se titula un artículo de estudiantes del posgrado de la Universidad de Washington (Léelo acá) donde presentan estadísticas generales sobre el ejercicio del ser padre en estos tiempos. El 44% de padres encuestados aceptaron que se les dificulta llevar a sus hijos al parque y ponerles atención. En un experimento, el 56% de los adultos no respondió al momento en que un niño deseaba jugar, preguntarle o interrumpirlo mientras éste revisaba su teléfono celular, y sólo el 25% de éste grupo presentó un sentimiento de culpa, mientras que los demás afirman que no tiene repercusión alguna que mientras los niños juegan, ellos pueden ver su correo electrónico, sus redes sociales, llamar o mandar mensajes.


Somos la generación del odio

No ha existido un instrumento más grande de tortura o de incitación al odio que las redes sociales. El empoderamiento de éstas no se compara con el que alguna vez lo tuvo la propaganda nazi. Basta con compartir, escribir o transmitir un pensamiento, una fotografía, un video, incluso en un pequeño círculo de amigos, para que alguien esté descontento. Puede más el sentimiento de aversión que la felicidad ajena. Incluso el sentimiento más puro o más tierno, reunirá opiniones dividas o peor aún, gente que las odie. Hace algunos días, un padre decidió grabar a su hijo, mientras éste lloraba porque su paleta payaso tenía la gomita (que representa la boca) al revés, si bien algunas personas están en contra (y es un punto muy respetable) de exhibir a los pequeños, a otras nos causó ternura, pero aún éste video que tuvo más de 5 millones de reproducciones y se ganó un lote de dulces del mismísimo Ricolino, no se salvó de los haters
Enjuiciamos, mutilamos, crucificamos, flagelamos, expiamos nuestros fracasos en alguien que no piensa, actúa o siente como nosotros. Nos sentimos semidioses porque no robamos como los políticos, porque no vamos al extranjero a dejar en verguenza a nuestro país en una justa deportiva, porque no matamos o lastimamos a un perro, éste sentimiento es capaz de complacernos en nuestra ninguneidad. Desde nuestra trinchera nos presentamos con títulos universitarios a personas que sólo conocemos virtualmente, es más importante "ser alguien en la vida" que tener un nombre. Poco a poco nos vamos separando de la sociedad, al encontrarla vacía, sucia, desesperanzada y sin algo que nos pueda ofrecer. Somos la generación de la exigencia, del todo merecer, del todo creer saber. Nos duele más ver a un perro hurgando entre la basura, que a uno de nuestra especie. Somos una sociedad de feminazis, de animalistas, ambientalistas, ateos, agnósticos, de todo, menos de humanos.
¿Qué proceso de involución continuaremos en ésta época donde todos quieren hablar pero nadie se detiene a escuchar?

Dejo la pregunta abierta.